Programa de Integración Territorial

Impuestos, maduros e inmaduros.

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En Argentina la clave del éxito de esta nueva reforma fiscal deberá encontrarse sobre la base del establecimiento de un nuevo principio fundacional que deja atrás aquel que nos acompaña desde la independencia con España.

Si pudiéramos definir la situación actual del sistema impositivo argentino podemos decir que el mismo responde a la inmadurez del sistema político.

La mayoría de los impuestos que se establecen tienen un destino específico que responde en todos los casos a la necesidad de garantizar el financiamiento de propuestas que no siempre se respetaban en los presupuestos anuales.

Si por ejemplo tomamos el sistema previsional podemos observar que la fuente de financiamiento está basada en un sistema de aportes y contribuciones con base a los salarios de los trabajadores registrados. A esto se suman otras fuentes que buscan sostener las actuales reglas de distribución que se han tornado insostenibles teniendo en cuenta la relación de activos / pasivos que se presenta en la actualidad y que por cierto está en crisis en todos los países que le aplican.

Si la vida de los mayores debe ser garantizada con un ingreso básico esto debiera ser prioridad, por lo que sin dudas puede ser cuantificable de manera anual a los efectos que tenga un financiamiento totalmente desvinculado de los trabajadores y si ajustado a la riqueza generada.

Si establecemos que el presupuesto debe contemplar la distribución de un 10% del PBI del año anterior para repartir en el sistema jubilatorio, tendremos una referencia clara del concepto de distribución de la riqueza al efecto de contribuir a la vida de quienes han hecho un aporte a la sociedad, sea esto registrado o no registrado.

La manera de participar de la distribución a futuro de este presupuesto puede ser elaborado sobre la base de los ingresos formales, o de los consumos justificados.

Así cada uno que exija un comprobante en sus consumos estará potenciando su participación en la distribución futura, de la misma manera que su recibo de sueldo permitirá sostener su retribución futura.

En el futuro el sistema de seguridad social será tan fuerte como lo sea la economía del país.

Por otra parte si consideramos la seguridad social como un valor, podemos trabajar todos para incrementarlo. En este ejercicio de mejora podremos referenciar un valor con otros.

Salud, educación y capital público son valores que se vincularán con la seguridad social.

Estos tres valores que sumamos por su aporte a la seguridad social también cuentan con un financiamiento que en su mayoría es variable.

Si hablamos de salud, parte del sistema se financia con el aporte que hacen los trabajadores al sistema, del cual reciben prestaciones ajustadas a su capacidad de aporte.

No obstante la salud como sistema es comparable a una red que nos protege. Está allí a la espera de quienes lo necesiten. Por ello el mismo requiere de un monto fijo que lo sostenga mucho mayor a lo que significa el importe variable que requiere para su operación en función de la demanda sea cual fuera las patologías que se atiendan.

Argentina tiene prestaciones de salud de tal calidad que se atienden en nuestro país a muchos  extranjeros. Esta calidad y su mejora debe ser considerada en cualquier reforma impositiva que pretenda modificar la desarticulación de los salarios con el financiamiento del sistema de salud.

Es necesario entonces que los presupuestos contemplen los montos fijos necesarios para atender el financiamiento del sistema de salud y no atar al mismo a los salarios solamente.

En estos dos valores como lo son la seguridad social y la salud no deben ser dependientes de la masa salarial registrada, por lo que no deben de ser sustraídos de los sueldos.

Esta situación baja el umbral de riqueza generada que es necesario contar para poder ser un empleado registrado.

Así quién tenga capacidad de generar riqueza, hoy por debajo de los U$S 1000 podrá estar registrado, contando con una participación futura en la seguridad social y con una garantía de la atención de la demanda de salud sin que se vea afectado el financiamiento del sistema.

En tanto la educación como el capital público deberán expresarse en el presupuesto en función de los planes que los mismos tengan para su expansión y por sobre todo para su mantenimiento en el tiempo.

Pasamos así de esta manera a considerar los presupuestos por nuestra capacidad de hacer en función de los recursos humanos y naturales disponibles para ello y no del tradicional sistema monetario que genera distorsiones que perjudican a la mayoría.

Potenciando los valores no hay manera que la riqueza no se mantenga en un proceso de desarrollo continuo y sostenible.

Esta madurez del concepto de distribución nos lleva a la necesidad de madurar en el sistema que financie los mismos.

De esta manera podemos definir qué impuestos se aplican a los flujos y cuanto se deriva al stock para financiar el presupuesto.

Buscar la madurez del sistema de distribución significa contar con presupuestos ajustados a la capacidad de hacer y no solamente a la de financiar.

En Argentina la clave del éxito de esta nueva reforma fiscal deberá encontrarse sobre la base del establecimiento de un nuevo principio fundacional que deja atrás aquel que nos acompaña desde la independencia con España.